miércoles, 27 de julio de 2011

Visitas

Tenemos visitas. Muchas visitas. Lo cual quiere decir que vemos las cosas varias veces, que no tenemos demasiado tiempo libre y que en nuestro salón siempre hay gente. Mi compañero de trabajo dice que es una putada como un castillo... pero yo digo que es una suerte enorme. ¿Para ellos, que tienen la oportunidad única de conocer India? Si estuviéramos en Bangkok, o en Lima, o en Manila, todavía... pero no es el caso. La suerte la tenemos nosotros: suerte de tener amigos así, que invierten su tiempo y dinero en volar a miles de kilómetros de distancia con una sonrisa y una botella de vino bajo el brazo que compartir en torno a una mesa del año catapúm y la luz semiintermitente de un flexo mientras rememoramos épicas noches de fiesta, ponemos a parir a este entrañable agujero que algunos llaman Bharat y arreglamos el mundo sacando nuestro lado más revolucionario y etílico. A todos y cada uno de ellos, gracias por venir. Y a los que están al caer. Y a los que no van a venir, porque no pueden o porque no quieren, gracias igualmente. Por estar... y por leer ;) 

miércoles, 20 de julio de 2011

Rishikesh y Haridwar

Cuando llevas varios meses en Delhi, los destinos de las escapadas se vuelven secundarios y lo único importante es precisamente eso: escapar. Del ruido y la contaminación, pero sobre todo del ruido. Y esa era la idea cuando elegimos el destino del último fin de semana, pero no sabíamos lo que nos esperaba una vez allí...

Tras 8 horas de minibús, por fin llegamos a Rishikesh, donde acabamos durmiendo en hoteles distintos por una pequeña complicación logística de última hora. A la mañana siguiente y tras un copioso desayuno en el restaurante del hotel, que presumía de contar con una pastelería alemana (que lo sería si los alemanes hicieran la masa de la bollería con cemento armado), empezamos nuestro paseo por la "apacible" Rishikesh:










Después de cómo me lo habían pintado, me llamó la atención el barullo, el alboroto y un clamor constante de las bocinas de los coches que recordaba mucho (demasiado) a Delhi en hora punta. Eso, y la cantidad de gente vestida de naranja que pululaba por el lugar... 


Por supuesto, tenía una explicación, sólo que nosotros tardamos en descubrirla: Kawad Mela, una especie de romería en la que los peregrinos (vestidos de naranja en honor a Shiva) recorren cientos de kilómetros hasta llegar a Haridwar para coger agua del Ganges y desplazarse luego a Rishikesh a hacer una ofrenda. 

Cuando ya habíamos paseado lo suficiente volvimos al hotel y tomamos el aperitivo en la terraza, algo que todos echamos tanto de menos que posiblemente fuera uno de los mejores momentos del día...



... hasta que empezó a diluviar, pero encontramos solución rápido: echarnos la siesta hasta que escampara.


Después de la siesta decidimos acercarnos a Haridwar para ahorrarnos parar a la vuelta el domingo, pero no caímos en la cuenta del tráfico romero, así que acabamos pasando más de dos horas en el bus sin llegar a ninguna parte y dándonos la vuelta. Por lo menos nos echamos unas risas...



El domingo amaneció con estos malos pelos:


Hubo quien se animó a acercarse a ver el templo, pero yo por mi parte ya he visto bastantes en estos meses como para ganarme la gloria eterna... así que no fui. Eso sí, paramos en Haridwar por si acaso no teníamos el Nirvana asegurado:






No sé qué os parecerá a vosotros, pero para mí fue como el Rocío en versión india: una experiencia única, pero penitencia al fin y al cabo :P

Rishikesh, qué IDEACA ;)


sábado, 2 de julio de 2011

Ajanta y Ellora

Hasta la fecha, todos nuestros viajes por la India han sido relativamente baratos: este país permite recortar gastos de donde menos importa, que suele ser el alojamiento si lo único que quieres es una cama limpia en la que dormir 8 horas. Pero todo tiene un límite, así que en nuestro viaje a Ajanta y Ellora decidimos tirar la casa por la ventana y alojarnos, por primera vez en nuestra vida, en un hotel de la famosa cadena india Taj. Al fin y al cabo, la ciudad de Aurangabad (aeropuerto más cercano a las cuevas) no tiene grandes atractivos, con lo que más nos valía alojarnos en un sitio del que pudiéramos disfrutar. Y puestos en gastos, ¿por qué no reservar también el coche para las visitas? Hecho :)

Creo que, a día de hoy, las noches de hotel a mis espaldas están por encima de la media, pero aún así sigo disfrutando de los pequeños detalles (el bombón encima de la cama, las flores, el cepillo de dientes) y no os podéis ni imaginar de lo que disfruté de los de este hotel, que sin duda ha entrado a formar parte de mi "Top 3" de experiencias hoteleras:





Se nos estaba empezando a olvidar lo que es ver la tele sentados en el sofá...
El sábado nos pusimos en marcha a las 9 rumbo a las cuevas de AJANTA. Cuando el coche nos recogió a la puerta yo no me lo podía creer: tenía ante mí el coche más reluciente que he visto nunca en India y de él salió un señor con gorra que nos abrió las puertas: 



Tardamos aproximadamente dos horas en llegar, pero mereció la pena:










En Maharashtra (el estado en el que están las cuevas y Bombay) el monzón empezó hace un mes, pero para nada nos esperábamos una temperatura tan agradable (en torno a 25ºC). Cuando terminamos de ver las cuevas empezó a llover y antes de las 5 estábamos de vuelta en el hotel, pero las condiciones climatológicas nos nos impidieron darnos un bañito en la piscina o, en mi caso, meter las piernas ;) 


El resto del día lo dedicamos a disfrutar de esos pequeños lujos que nos faltan en nuestra vida diaria (la bañera, un sofá cómodo donde sentarse a ver la tele, comida occidental de la buena) y a reponer fuerzas para Ellora, a donde fuimos el domingo.













Todo el mundo me pregunta ahora que qué cuevas nos gustaron más, pero la verdad es que son amores distintos. Después hicimos una parada en el fuerte de Daulatabad, al que no pudimos subir por falta de tiempo, de calzado adecuado y de ganas por la lluvia, pero que tenía toda la pinta de merecer mucho la pena:





Por último, visitamos el Taj Mahal. ¿¿¿En Aurangabad??? Sí, en pequeñito...



Parada de avituallamiento en el hotel y a las 6 estábamos en el aeropuerto. 
¡Ambrosio, no sabes cómo te echamos de menos!