lunes, 7 de febrero de 2011

... y la cruz

El viernes, como ya sabéis, estuve en mi primera boda india. El jueves, en cambio, visité por primera vez un slum. Para los que no estéis familiarizados con la palabra ni hayáis visto (todavía) la película "Slumdog Millionaire", los slums son barrios marginales en los que se calcula que vive en torno a un 55% de la población urbana de la India. Podríamos llamarlo poblado chabolista, pero no sería del todo exacto: las condiciones de vida en cualquier poblado chabolista español superan con creces a las de los slums indios, que carecen de electricidad, agua potable y, en la gran mayoría de los casos, incluso de letrinas. Y, cuando estas existen, son compartidas por cientos de personas. 

Antes de llegar a India, oí hablar de una organización llamada Asha que se dedica a mejorar las condiciones de vida en los slums de Delhi. En total, estos son más de 50, y en ellos viven alrededor de 400.000 personas. Al llegar aquí, me puse en contacto con ellos y durante mi primera semana visité sus oficinas y me reuní con una de sus coordinadoras para estudiar cómo podría colaborar con ellos. Por mi formación y experiencia, me propusieron dar clases de inglés a estudiantes de primaria y secundaria, pero eso requeriría una dedicación de unas 4 horas diarias y, como no quiero comprometerme a nada que no pueda cumplir, no me pareció buena idea. Así, llegamos a la conclusión de que sería más útil dando clases de conversación a sus estudiantes universitarios un par de veces por semana. Asha se encarga de la educación de los niños del slum, y cada año paga los estudios superiores de los mejores estudiantes, con lo que algunos de estos niños sin recursos llega a la universidad. Es algo admirable y a nivel académico están a la altura de cualquiera de sus compañeros (cuando no por encima), pero en la universidad tienen que enfrentarse a un problema totalmente nuevo: cómo adaptarse a un entorno radicalmente distinto del que han conocido toda su vida y cómo ser aceptados en el grupo a pesar de su origen humilde. Llegar, pues, es duro, pero mantenerse lo es aún más. Por no hablar de los casos en los que no cuentan con el apoyo de la familia...

El jueves me llevaron a conocer uno de los slums en los que trabaja Asha: Zakhira, en West Delhi. Está a una hora de mi casa, pero la organización consideró (muy acertadamente), que lo mejor sería enseñarnos uno en los que las condiciones de vida fueran más duras de lo que son en el que vamos a trabajar para que el shock inicial no fuera tan fuerte. Nada más llegar a Zakhira, fuimos recibidos con guirnaldas de caléndulas y cientos de sonrisas. Para empezar, visitamos el pequeño centro de operaciones del slum, que cuenta con un par de aulas, donde nos recibió un nutrido grupo de mujeres dispuestas a contarnos algunos de los problemas a los que se enfrentan cada día y qué está haciendo Asha para ayudarles a resolverlos/paliarlos. Después les tocó el turno a un grupo de adolescentes, y por último a los más pequeños, que nos explicaron con todo lujo de detalles qué aprenden en la escuela. Todos me impresionaron muchísimo por su fuerza, su resistencia y su optimismo. Y, sobre todo, por su alegría y su manera de recibirnos en lo que para ellos es su casa. 

Durante esos encuentros nos hablaron de mejoras realizadas en los últimos años: el asfaltado de las calles, la disponibilidad de agua corriente, el acceso a la universidad de los más jóvenes... Uno de los puntos más interesantes fue el papel de la organización como avalista, determinante para la concesión de microcréditos a las familias, que en muchos casos les han permitido montar su propio negocio y ganarse la vida honradamente. 

Por último, tuvimos la oportunidad de conocer el slum por dentro. Zakhira es un pequeño espacio delimitado por las vías del tren en el que conviven más de 8.000 personas. Las condiciones higiénicas son lamentables y las moscas son dueñas y señoras de sus calles... y eso que sólo estamos en febrero. Su gente, en cambio, sonríe. Sus niños sonríen. Nuestra visita generó muchísima expectación, y a cada paso que dábamos se nos unían decenas de ellos, todos ellos sonrientes y curiosos. Que una cuadrilla de mocosos te dé semejante lección de vida es algo que no pasa todos los días... Pero sospecho que mañana, que empiezo mis clases, recibiré otra...  


P.D. Alguien dijo alguna vez que un amigo es alguien que lo sabe todo de ti y a pesar de ello te sigue queriendo... Creo que la India y yo acabaremos por hacernos amigas.

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